domingo, junio 12, 2005

Tu Querida Mamá

Hijo:
Hace como un mes que no me escribís. No sé que pasa. Como si no supieras que tus noticias son casi lo único que me mantiene en la vida. ¿Acaso no sabés que sin tus cartas semanales, simplemente me dejo morir: como, apenas, una rodaja de pan seco; tomo un vaso de leche tibia? ¿acaso no sabes que una madre no puede sobrevivir la pena de un hijo ausente, ausente para siempre?
Sé que estas preso, sé que te mandaron al penal más lejano que pudieron encontrar, sé que asesinaste a tu mujer, Beatriz; y a los chicos... Cómo pudiste, Cristo. Sé todo eso, pero necesito tus cartas.
Las espero todos los días, incluso si un martes recibo una, el mismo miércoles pregunto al portero si ha llegado algo para mí. Sé que es imposible que escribas todos los días, pero trata de comprender que mi vida vale poco sin tus cartas. Haz un esfuerzo, una vez al día, y me cuentas” hoy paso tal cosa y tal otra” ¿eh? No es mucho lo que te pide esta madre abandonada.

Tu Querida Mamá

PD: Me dejaste sin hijo y sin nietos, sin familia. Te odio tanto, hijo mío, que apenas lo soporto. Cada carta tuya es como una pequeña dosis, una droga homeopática que me permite seguir viva, alimentando la única pasión que puedo sostener, el odio. Concentro mi odio, lo aplico con insistencia en cada párrafo, en cada palabra de tus cartas.
Dicen : “Madre sé que me odias, pero te pido que me perdones. No sé lo que hice, ni cómo, ni porqué”.
Pienso: “Maldito, mil veces maldito. Sabés bien por qué la mataste, ella te despreciaba y te hacía cornudo con tu amigo del alma...”
Dicen: “Fue un arranque, recuerdo una luz rojiza, una voz que me obligaba a disparar, primero a Beatriz, después a Ricky y a Fer, no era yo...”
Pienso: “Mirá, hijo. Escucha lo que tu madre te va a decir. Vos no la merecías a ella, ni a tus hijos. No nos merecías a nosotros, Papa y Mamá, ni a tu hermana Elida.”
Hasta la próxima.

© 21-06-2003